Comentario
Una de las cuestiones más complejas del mundo judío es la relativa a la de su identidad, es decir, ¿quién o cómo se es judío? ¿Tiene que ver la sangre, la religión, ambas cosas o ninguna? ¿Se puede dejar de serlo?
Para muchos el fundador del judaísmo fue Abraham, aunque no está claro que él mismo fuera judío. La figura de Moisés es importante también para cristianos y musulmanes. Jesús de Nazaret, judío, es también profeta para los musulmanes, mientras que para los cristianos es una figura que trasciende lo humano para alcanzar lo divino.
Con todas las dudas, han sido numerosas las figuras a lo largo de la Historia cuya identidad judía ha sido problemática. Si el judaísmo es visto sólo como una religión, ¿puede un judío convertido al ateísmo o a otra religión dejar de serlo? Baruch de Spinoza, sefardita de Amsterdam, fue expulsado de la comunidad por sostener ideas heréticas, permaneciendo así hasta el fin de sus días. Durante el siglo XIX numerosos judíos alemanes se bautizaron, aunque no siempre fueron cristianos sinceros. Marx, por ejemplo, fue bautizado en su infancia.
Existen también muchos casos de abandono de la comunidad judía sin convertirse por ello al cristianismo. Incluso hay ejemplos de personajes que pasaron de una a otra religión, preocupados por sus desavenencias con el judaísmo. Freud, Proust o Kafka manifiestan cierta angustia sobre la identidad judía y su engarce en el mundo moderno. Más allá van Mahler o Pissarro, en cuyas obras apenas existe algún rasgo de su origen judío.
La crítica al judaísmo tradicional hizo que algunos judíos vieran en el socialismo una vía de apertura universal. Trotski, Kamenev o Sverdlov fueron comunistas de origen judío. Los artistas judíos soviéticos tuvieron un papel difícil, entre el particularismo judío y una postura más universal. Ehrenburg, Pasternak o Eisenstein adoptaron posiciones diferentes.